Durante los dos primeros años de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), Rumanía consiguió mantenerse neutral bajo el reinado de Carlos II. Sin embargo, en 1941 el general Ion Antonescu ascendió al poder y empezó a concentrar alrededor de su figura el control de todas las instituciones gubernamentales hasta convertir el país en una dictadura. Desde entonces, se posicionó en el bando de las fuerzas del Eje y participó activamente en varias campañas lideradas por Hitler, entre ellas la invasión de la URSS que se inició en junio de 1941. Hacia el final de la contienda, cuando la victoria cada vez estaba más cerca del bando aliado, el Ejército Rojo emprendió una campaña militar en Rumanía para tratar de recuperar el territorio perdido. Al principio, el ejército rumano combatió al lado de la Wehrmacht, e incluso la población civil se implicó en la defensa cavando trincheras, como se puede ver en la imagen sobre estas líneas a finales de junio de 1944 en la están trabajando codo con codo hombres, mujeres y niños. Pero en mitad del enfrentamiento, el hijo del rey depuesto arrebató el poder a Antonescu y posicionó al país al lado de los Aliados, cambiando radicalmente el rumbo de la batalla. Esta sería otra de las grandes derrotas alemanas del final de la guerra.
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