Con el rápido avance de las fuerzas aliadas en el Pacífico, Japón tomó una desesperada decisión para intentar revertir lo que parecía un desastre seguro: crear un escuadrón de pilotos suicidas, los famosos kamikaze. Estos jóvenes debían ofrecer su vida por el bien de su país y demostrar su fidelidad al emperador estrellando sus aviones contra los barcos norteamericanos. Pero esta terrible táctica, que llevó a la muerte a más de 4.000 pilotos japoneses, no salvó a Japón de una dura derrota.
En 1944 la situación japonesa en el Pacífico era crítica. El Ejército Imperial se hallaba en serias dificultades tras la desastrosa campaña de las islas Marianas, que conllevó el hundimiento de gran parte de su flota en el transcurso de la batalla del mar de Filipinas, un enfrentamiento entre japoneses y norteamericanos que tuvo lugar entre el 19 y el 20 de julio. Aquella grave crisis llevó a Japón a tomar una drástica y dramática decisión para lograr revertir el devenir de la Segunda Guerra Mundial: reclutar pilotos suicidas, los famosos kamikaze. Estos hombres debían autoinmolarse voluntariamente por el bien de su país haciendo impactar sus aviones contra los barcos estadounidenses.
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